El pasado sábado por la mañana, el colegio Holy Mary era un auténtico hervidero: “¡Juan, toma tu cruz de guía!”, “¡Chicos, los estandartes! ¿Dónde están los monaguillos? Hay que echarle más incienso…”. Aquel 25 de marzo, día de la Anunciación, el colegio iba a celebrar la primera procesión de su historia. Había nervios de ilusión, de ganas… El gusanillo normal de una cofradía que sale por primera vez a la calle.
Hicieron falta muchas semanas de preparación: desde la organización de la procesión, la fabricación del paso, los ensayos y hasta los alumnos de arte, cubiertos de pintura, mantos, velos y ricos ropajes, posando para retratar y ser retratados en unos cuadros que desfilarían como escenas de la Virgen durante la procesión.
Llegó el gran día y la calle Genil estaba abarrotada. La Virgen refulgía en su paso bajo un intenso sol primaveral. Ahí subida, con sus flores, estaba bellísima. Desde ahí nos veía bien a todos. Como hijos suyos, nos interpelaba por nuestros nombres y apellidos, atenta a cada uno, pendiente de nuestras necesidades. A todos nos pareció que, en aquella bendita mañana en El Viso, su rostro sonreía más que nunca.
Contamos con el canto y la guitarra de Mercedes González y la Virgen estaba radiante, gracias al esfuerzo del grupo de padres, profesores y alumnos que había colocado con cuidadoso mimo cada flor del paso en el patio del colegio. Así, de los pies de María brotaba una espesa nube de pétalos.
Los ocho anderos, padres y profesores del colegio, comenzaron su suave andadura hasta la iglesia de Santa Gema. Después, aplausos, oraciones, cánticos marianos entreverados de sonrisas y miradas emocionadas al son de la suave mecida del paso. Sus faldones, cosidos y bordados por madres del colegio, se movían con un compás alegre. Desde el colegio coinciden: “Ha sido un trabajo de todos. Nos ha unido más, si cabe”.
Se notaba que la Virgen bajó a la tierra. Solo había alegría, paz, fraternidad, lágrimas de emoción y amor.